Por Héctor Silvestre hijo
Ya se acerca el 15 de mayo, día de elecciones generales en República Dominicana. Abundan las promesas, la venta de mejoría, cambio e ilusiones.
Cada cuatro años, antes cada dos, el pueblo tiene el deber de acudir a las urnas para expresar, mediante el voto, sus simpatías.
El clientelismo, auspiciado por el robo de fondos públicos y lavado, se expande como plaga para imponer a malos candidatos.
Alrededor del 80% de la matrícula actual en nuestro «querido» Congreso, van, como se dice popularmente, «por cuatro años más y después hablamos».
Luego de seis años, ya que fueron beneficiados en 2010 para poder unificar las elecciones, la mayoría de los senadores y diputados no pueden exhibir logros en términos de legislación ni de mejoría en sus respectivas comunidades.
La agenda legislativa se ha concentrado en la aprobación de préstamos al vapor (sin lectura ni discusión), en “cofresitos”, “barrilitos” y otros gastos superfluos sin sustentación. A pesar de ello regresan, una vez más, a traernos espejos a cambio de oro.
Hay que dar paso a nuevos rostros. Hay que abrir las puertas a hombres preparados, que cuenten con la visión necesaria para introducir las reformas que tanto anhelan los ciudadanos.
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